Me gusta hacerle al cielo inalcanzable,
cuando se me distrae embelleciéndose
con sus nubes y del viento cantándose
la eterna melodía indescifrable,
caricias con la mirada papable;
y amante las acoge sonrojándose
y de fuego ausente, hambriento llenándose
sus mejillas de ángel inenarrable.
Entonces, cubre de elegante noche
su cuerpo de estrellas: ¡luna creciente
su sonrisa es; y un agujero negro
su boca que me devora! ¡Un derroche
de versos nos hace nacer: ardiente
amanecer y quien ve en llamas lo íntegro!