No detengas tu beso. No detengas
la brisa angelical y su luz diáfana.
No detengas tu labio, no detengas
su azul cielo ¡Qué tu boca, en mi huérfana
boca de vos, amor, ahogue su lágrima
y calme su sed! Por ello, no detengas
del alma la expresión sublime y máxima
¡De los cielos la aldaba! No detengas
la inspiradora temprana luz del alba
ni el tibio brío del sol que te sonroja
o el suspirar añil de tu embeleso.
La flama de tu boca inmaculada
del alma enaltecida que recojas…
Entonces. ¡No detengas a tu beso!