El destino puso a la fragua un nuevo encuentro con el Callejón 2a de Arteaga
volví a caminar en aquel emblemático lugar de mi barrio
al principio percibí un silencio desmedido
un vacío insospechado
un desierto en el olvido cuyas arenas se presumían ascender cada día
pero luego, una máquina de tiempo me transportó a mi niñez
la memoria comenzó a reproducir una serie de recuerdos;
engendrados entre aquellos pavimentos y muros
pude escuchar al eco de un balón de fútbol
al vocerío de la palomilla dándole forma a la hazaña
observé un universo lleno de Dioses haciendo girar a caicos y trompos
la sinfonía de fondo se nutría del condimento más sublime de la vida: la risa
los niños eran Deidades estacionando la eternidad en cada segundo
ellos sabían ralentizar el tiempo con sus juego, con su infancia,
eran capaces de ofrecernos la filosofía más grande de la vida: vivir el momento.
Me dirigí a paso lento a una de las esquinas del callejón, justo para dar
la vuelta y seguir con mi encomienda, y durante el lapso saludé
a Don Marcial, a Don Nacho, A Mi Abuelo Don Antonio Camacho,
A Doña Enriqueta, A Doña Elvira y a muchas más personas
que trascendieron nuestra dimensión, todos ellos esbozaron
más que una sonrisa, pude leer su mirada y entendí que nunca se han ido,
que siguen vivos, y que para hacerlos retornar, solo hace falta
activar los recuerdos.