Menesteo

Recuerdos de Don Quijote

Recuerdos de Don Quijote

 

Érase un buen escudero

de los campos de Castilla

sentado sobre la silla

de un asno rucio, altanero.

A un hidalgo acompañaba

que buscando mil batallas

siempre lo metía en trallas

de los palos que le daban.

No llegaba a comprender

de su valiente señor,

que creyera poder ver

los gigantes que él no vio.

Por los campos de Castilla

fueron tantas las batallas

que le daban tanta tralla

sufriéndola en sus costillas.

Tendido va sobre el asno

ese bajito escudero

junto al hidalgo guerrero

soportando tanto daño.

Eran muchos los dolores

por su cuerpo repartido,

debiendo ser asistido

de sus malos sinsabores.

Cabalgaba entre lamentos

el más rechoncho escudero

que hubiera en el mundo entero,

diciendo mil juramentos.

Y su señor enojado

reprendía a su escudero

por ser éste mal hablado

sin ser valiente guerrero.

Platicando van los dos

de todo lo acontecido,

descifrando como ha sido

el luchar con gran valor.

Y llegaron a una venta

que se hallaba en el camino,

donde quiso su destino

jugárle nefasta treta.

Allí pidieron posada

maltrechos y sin dineros,

y como lluvia del cielo

vio presentarse a su amada.

Libros de caballerías

de caballeros andante,

le alumbraron el semblante

al hidalgo en ese día.

Se presentó ante los dos

una hermosa posadera

que al hidalgo cautivó,

y le hablo de ésta manera.

¡Oh, mi amada dulcinea,

de las flores, la más bella,

y de todas las estrellas

tú, eres quién centellea.

Eres del cielo mi luz

y en la tierra eres mi vida,

eres mi amada querida

y de mi espada la cruz.

Tantos fueron sus requiebros

que lo tomaron a risas

y sin darse grandes prisas

en comer se entretuvieron.

Cuando quisieron marchar

sin pagar al posadero

por ser andante guerrero

y exento estar de pagar,

le llovieron mil pedradas

y mil palos que le daban

sin poderse defender,

de la venta los echaban.

Y de nuevo cabalgando

caballero y escudero,

andan los dos platicando

de aquel infiel posadero.

Y con fán de aventureros

por los campos de Castilla

marchaban para Sevilla

el hidalgo y su escudero.

Y durmieron bajo el cielo

por venírsele la noche,

sin encontrar un buen porche

que le diera tal consuelo.

Bajo vetustas encinas

de un valle bello y hermoso,

descansaron dolorosos

de sus maltrechas heridas.

Son tan amplias las hazañas

de ese tan famoso hidalgo

mi deseo es dejar algo

para próximas campañas.

 

Menesteo