Los sabores de la vida los toqué en su boca
y los olores que conocí
brotaban del invernadero de su piel,
por eso ahora el viento ya no trae colores,
y su huida me dejó muda y postrada,
echando raíces y floreciendo penas.
Los poros duelen y el aire arde en la garganta,
ya no pronuncio ni una palabra,
las abejas hicieron panales en mis orejas
con su miel.
Es mejor vivir bajo el mar, allá no hay tanto ruido.