Todo fue sencillo al empezar, nada complicado de realizar.
Deseos tan profundos, con deseos fuertes de salir a la realidad.
Ideas vagas, tontas e ilusas de un mundo mejor al amar.
Tan solo fuimos nosotros, en un tiempo prestado.
Jugando a ser los dueños del destino, cuando todo estaba escrito.
Ansiosos de saber qué venía para un futuro, sin ni siquiera lograr.
Algo de pronta estabilidad, dentro de esta gran confusión, y volatilidad.
Era algo rápido, para calmar el dolor causado por promesas inconclusas.
Aquellas que hicimos sin saber el sentido de la verdad.
Egoístas, en nuestros deseos de pertenecernos al despertar.
Vanidosos presumiendo algo que resulto ser pasajero.
No pudimos dejar el sueño atrás y todo fue pura fantasía.
Sonrisas falsas, amor falso, todo bañado en pura hipocresía.
Actuar como si todo marchara bien, después discutir, y al final herir.
Nunca buscamos el camino real hacia la felicidad.
Solo fingimos estar presentes, detrás del piloto automático.
Mientras nuestras familias se creían la mentira.
Nosotros no hacíamos nada para volverla realidad.
Y no fuimos ni la mitad de lo que creímos que seríamos.
Nadie predijo que así de mal nosotros terminaríamos.
Todos creían que el altar era nuestro destino.
Y vivir juntos era una casi obligación, en este falso amor.
Intentamos dejar el sueño atrás, y despertar.
Pero nunca hicimos nada para ser mejores.
Más que vivir en nuestras mentes.
Y ahí, justo ahí, murió el amor.
Ahora eres feliz con otro.
Yo, al menos no tengo tu clásico reproche.
Que te hice infeliz, día, tarde y noche.
Cuando puse todo de mí para lograrlo.