Es divino admirar la naturaleza de tu ser;
luces y sombras que danzan,
sentirte en los colores del amanecer
que entintan las nubes que me abrazan.
He visto la intensidad de tu alma
en la inmensidad de la tarde
que transcurre con calma.
Y puedo decir sin alarde:
con tus dulces pupilas enmielado
mi corazón has dejado.
Melancolía al ver desvanecer
la magia de un atardecer,
entre mis dedos se filtra
un suspiro de oros rojos.
Mientras se cierne la luna
mi corazón se prepara a guardar
la inmensidad crepuscular
que en mi alma se acuna.