Con su imagen desnuda y primorosa
sobre un lecho tejido de claveles,
me parece mirar radiante diosa
que me brinda sus gracias y sus mieles.
Una vela de plata la ilumina
reflejando sus dones casi míticos;
y su pose de reina bizantina
me despierta deseos sibaríticos.
Es un cuadro de amor y de belleza
observarla tan plena y deslumbrante,
lleva puesta diadema en su cabeza
dando un toque sensual y fascinante.
El festín embriagante de su aroma
es olímpico, erótico y divino;
me transporta a banquetes de la Roma
donde nunca faltó el amor y el vino.
En su blonda y nutrida cabellera
se deslizan sus rizos cual cascada;
y su dulce mirada de hechicera
es un rayo brillante de alborada.
Ella tiene por piel la blanca seda
y su lúbrico talle es de palmera,
su sonrisa parece la de Leda,
cuando Zeus, con pasión la poseyera.
Es el símbolo vivo de ilusiones
que nos llenan de ensueños tan febriles;
es la copa que embriaga de pasiones
con sus senos de helénicos marfiles.
Es por eso que llena mi memoria
de entusiasta y frenética locura:
Que le canta el hosanna de la gloria
de gozar en sus brazos magia pura.
Autor: Aníbal Rodríguez.