Ignacia.

Aquel que todo lo oiga, que todo lo quiera

El que me ama que me ame aunque esté enamorado,
el que recita que cumpla la condena aunque no esté condenado.
El que muere que muera aunque las amapolas marchiten.
¡El que regocija que regocije aunque el vino se agote!
Que las damas no cuenten mis secretos aunque mi carne se descomponga y las heridas no cierren.
Que seamos fuego, perdedores del averno.
Que quieras dando todo lo que eres aunque tu pasado sea de lo que escapas.
Y que los pergaminos se rompan, así como las yemas de mis dedos,
frescas, arraigadas y terriblemente muertas.
Que los murmullos del anochecer sean secretos guardados desde lo más hondo del inconsciente,
que me quieras, que me ames.
Que los imbéciles se desvanescan,
y quizás mueran, mueran como los cometas en el cielo.