La átmosfera se alimenta de las almas mundanas.
Las vagas piezas de las decisiones que se detonan casualidades.
La energía se convierte en colores. Rojo, verde, negro, dorado.
Y los dragones nos espían desde la barra del bar.
La energía de los cuerpos que no dejan de ser animales.
Los animales que nos enseñan a ser humanos.
Y el humano que intuye las energías.
La luz determinará claridad.
El pasado que ya no existe y el futuro que quizá no vendrá.
Somos los efímeros centímetros que nos encontraron en un saludo coloquial.
La cerveza que se agota, la hierba que se acaba y las luces que se apagarán.
El pasado que fue. El futuro que se queda esperando. Siempre es ahora.
El tiempo es una imágen móvil, y nos encadena en su constante envejecer.
Nos enreda en espirales y nos convierte en la casualidad de un encuentro que mañana será pasado.
La vida que terminará en muerte. Y si somos ahora, permíteme recostarme en tu lunar del pecho.
Acaricia el guión que creo en mi cabeza cuando te veo sonreír.
La coincidencia de la casualidad de la selección de permanecer en el bar o irse.
La causalidad fue un viaje de besos con poros de piel despiertos y expuestos a la noche.
¿Cuánto es trece más este momento? Una fotografía que no fue tomada.
El tiempo que bailaba con patrullas y calles frías que no se sentían.
Beso tu cuello y hueles a jazz. La película que veo en tus labios se vuelve palpable.
Pero las percepciones son distintas. El rojo domina en tu ojo derecho que casi no ve.
Y el tornasol cubre la ansiedad del presente. Lo que fue ayer. O antier.
¿Cuánto es trece menos este momento? Una canción que no fue tocada.
Si lo restas, se elimina. Si lo sumas, maximiza. Pero el pasado, siempre queda atrás.
Y la fotografía que no fue tomada se mueve, y la música que se canta nos hace temblar.
Y nos convertimos en la vibración del ciego. La necesidad para saber qué es lo que pasa ahora.
Una garganta nerviosa. Una jarra de limonada. Conversaciones que parecen tarjeta de presentación.
¿Me presenté? Soy esto. Pasión.
El rojo del ojo que no ve. El tornasol de la uña.
La seguridad que persiste en el pecho.
Y la sencillez. Lo básico. La simpleza que maximiza.
Menos es más.
¿Cuánto es trece más este momento? Los miedos que no pensamos.
¿Cuánto es trece menos este momento? El juego del elevador.
¿Cuánto es trece más este momento? Las miradas que fotografían.
¿Cuánto es trece menos este momento? El sueño del ciego.
La decisión volátil del cine al que no se asistió. El oído reventado por una risa.
Un bralette desabrochado. Dedos en el cabello. Sagitario es signo de fuego.
El momento que sucede y se va. El destino siempre es desición.
¿Cuánto es trece más este momento? Ocho días para tu partida.