El blanco silencio de la noche
un gélido escalofrío provocó en mi alma,
era como afilado cuchillo
que con su agudo corte hendiera mis entrañas.
El aquilón gemía en silencio
aterradores lamentos en la noche eterna,
eran alaridos envenenados
que en la pesada oscuridad herían mis venas.
Un álgido silencio del cielo
caía como ígnea lluvia en la noche estrellada,
era como afilada cuchilla
que en mi apesadumbrado pecho fuera clavada.
El negro silencio de la noche
liberar mi atribulado espíritu quisiera,
en el frío embozo de su capa
elevó mi inflamado sueño a la última esfera.