Las palabras se llenan de
dudas, de blasfemias, de ira;
son palabras de resentimientos.
Y es que el hombre las
embrutecen y farsean cada día,
en cada uso público con
su precaria libertad
de sí mismo, con su subordinación
a aquéllos que temen y
rinden ciega obediencia.
Desde dentro a fuera, desde la calle
a casa, la mente se vuelve
pobre y la memoria vieja, todo
es esta tristeza que lo
llena todo: es la duda.
El poeta obtuso y burro siente miedo
de morirse abrazazo, tragado, por sus
propias mentiras, sus propias carencias
aún dándole luz visual cada día;
se muere en su propio odio,
a sí mismo tratando hábitos tristísimos.
La alegría es un lujo...
Lázaro.