Señor mi Dios,
continúo siendo
el incondicional y fiel soldado
de tu ejército celestial.
A quien he desconocido
en estas convulsas tierras,
es a tu conferencia de generales
por incapaces y traidores
a tu propia causa.
Tu Santa Cruz
la llevo grabada en mi pecho
y en mi resplandeciente espada,
que sin sosiego alguno,
combate perpetuamente
al perverso
y sus siniestras legiones
que atormentan tu paraíso.
Señor mi Dios,
la fe de mi carne y espíritu
están adherida indisolublemente
a tu santa voluntad.
Yo no soy quien ha traicionado
tus sacros designios,
son ellos los que abandonaron
a tu santa cruz.