Hoy el vapor venía de tus ojos
por eso abrí el café
y revolví con pereza
la infancia, las dudas
y te envolví la voluntad
no sea cosa
que la pierdas por el camino.
No hay cucharita
para revolver esa mirada de búho
que en medio del juicio
muerde al anfitrión
molares sin destreza
infierno sin vesícula,
ni delicadeza,
afortunados los Ave Fénix
que enteros con amor leen.