Son largas tus horas de cada día,
como es largo tu empeño de hacer lo imposible.
Tu vida eternamente va por difícil camino
porque cortos e inestables son tus pasos,
aunque sin perder tu línea del destino.
Atentos siempre están tus sentidos receptivos,
indagan el silencio,
detectan los menores detalles del camino,
te hacen inmenso viviendo entre sombras,
o caminando como nadie al pie del precipicio.
Y así, envuelto en el misterio,
puedes imaginar tu mundo en blanco y negro,
aunque no puedas imaginar el universo en colores.
¿Qué serán las estrellas?
¿Cómo será el cielo infinito?
O mejor, dime tú…
¿Cómo son tus estrellas?
¿Cómo es tu especial mundo sin colores,
preciso en lo impreciso,
perfecto en lo imperfecto?
Simplemente vivimos en mundos distintos.
No vale la pena intentar interpretar
dos mundos diferentes..
Mil páginas tendría este poema indefinido
si quisiéramos describir tu mundo lleno de incógnitas,
más bello quizás que el mundo más colorido,
que el común que los humanos vemos
en un atardecer donde el sol
desaparece sin sentido.
¿Cómo son tus atardeceres?
¿Construido en cuántas dimensiones?
Probablemente sean muchas.
O más… Probablemente muchas sean pocas.
De otra manera no me imagino cómo poder vivir
en un mundo virtual indefinido.
¡Qué ingenuos somos!
Lamentamos la soledad del ciego,
porque ignoramos que su soledad
no es nuestra soledad terrible y sin sentido.
Su soledad es un inmenso mundo virtual,
preciso, perfecto, mágico (¡colorido!)
sin temor a caminar al pie del precipicio,
un mundo virtual real, sin errores,
construido por la genialidad intuitiva
y por la ciencia casi divina
de su quinto sentido.
Frank Calle (23/abril/2019)