Veo hacia el horizonte la ciudad en llamas,
los autos de papel que nos llevaban,
los chicos lamentar la mañana.
Veo al horizonte como se protesta;
a los policías aguantar la calma
y sostener el fuego.
Escucho a lo lejos las balizas próximas;
a la gente lista para atacar
y el aire tenso.
Se siente un silencio fugaz de una ráfaga de ira, a punto y final de explotar.
Se ven miradas de miedo.
Se acercan las patrullas por un lugar y los manifestantes comienzan a caminar.
Es inminente el encontrón.
Una llama rompe el frío silencio, dispuesta a volar en otra dirección y acción.
Saben todos lo que viene a continuación.
La policía se refugia a su favor, en cualquier rincón, mientras la avanzada toma
más velocidad a voluntad.
Maderas y piedras son la conclusión de su férrea defensa mordaz.
Nadie quiere dar un paso atrás.
Imitando a un can, atacan, vuelven y van.
Embisten con feroces colmillos
sin dar espacio a respirar.
Se sienten victoriosos, para todos parece acabar, pero no ven la encerrona
que les querían preparar.