DianaReydz

Dios... de aquí para allá.

Dios.

El que de boca en boca va.

Dios.

El que vive y existe,
en ti, en mi,
no en templos materiales,
sino en corazones de carne
que laten entre alegrías y tristeza.

 

Dios.

El que te habla,
pero que tu no oyes,
porque te haces sordo
a ti mismo...
en ese escondrijo donde tú lo tienes.
Aquel que no entiendes...
y que, el tiempo pierdes
en querer entender,
cuando él te dió una vida,
para caer y levantarte,
para llorar y alegrarte,
pero al fin y al cabo,
amar, dar y aprender.

 

Dios.

El que no necesita,
nada de nadie...
y sin embargo,
aunque todos lo juzguen,
sé que sufre...
y que como tú y yo,
siente coraje al ver
lo que hacemos...
y al mismo tiempo,
se rompe en llanto
y se compadece,
pero que será justo en su momento,
porque, así mismo,
no puede negarse.

 

Dios.

El que es amor.
Pero no ese amor,
del que todos tienen
como una lluvia en la mente,
no, es un amor único, diferente
y que solo aquel
que se acerca a él
lo llega a conocer
y se enamora de él.

 

Dios.

Considerado ente,
mito, una idea de un tonto,
incongruente, indiferente
al dolor de la gente;
inexistente...
pero que TODOS,
en alguna ocasión de peligro,
de miedo, de vacío existencial,
de enojo por lo perdido...
hemos invocado...
Aunque sea para reclamarle algo.


Contradictorio ¿no?

 

Dios.

El que aguarda.
El que busca.
El que perdona.
El que ama.
El que decía San Agustín:

El que te creo sin ti,
pero que sin ti no puede salvarte.


Y eso es...
Porque te hizo LIBRE.
Y como eres y somos libres,
debemos aceptar que Dios
no es el culpable de la desgracia,
del mal en el mundo.

 

Dios.

 

Sí, Dios.


Al que todos ponen en tela de juicio.
Cuando ni siquiera
se puede decir que en éste mundo
haya suficiente sabiduría y buen juicio,
para juzgar tanta eternidad.

 

De: Diana Janeth Reyes Diáz.
( Diana Reydz )

Publicado el 24/04/19

 

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