Supe ser joven
y andar de caza en caza
casado.
Agazapado a la noche,
nadando soledades
me encontré con fragmentos
de unas madrugadas,
aquellos viejos diarios
de la sección recuerdos,
encontré en lo tardío
que los besos
se mordían los labios.
Decidí crecer,
desde el ombligo para adentro
y colgué del respaldo de una silla
tres canciones:
ayer, hoy y mañana,
entonces supe del tiempo
y de su horizonte pájaros,
poco a poco
me divorcié del destino,
miré mil veces el mar
y encontré
más sombras de la vida,
te extrañé mares
y veredas arboladas
de la adolescencia
donde nunca existimos.
Caminé sin mirar atrás
y olvidé mis huellas
en aquellos corazones rotos
cosidos apenas con impaciencia.
Presumí de hombre
y caí de bruces de la cama
golpeado por la aguja de la edad,
atormentado de lo cotidiano,
atado de pies y manos
esclavo del cielorraso gris ahumado.
Entonces le pregunté al viento
que siempre sigiloso pasa verde:
“¿qué necesidad de ti carne y sueño?”
Y te miré de lejos deseándote
desnuda y a mi lado, siempre.