Jordan Sanchez

Intersección

La suma de los pasos y los caminos que rodean.
Las pendientes acostumbradas a caer, roca áspera,
de cuevas entre cada silencio, que no cansa: Inevitable.

Un alma, otra alma, en consecuencia, exhalándose.
Pero los ejes girando, en consecuencia: frotándose.
Y  las pupilas trazadas a mano, en consecuencia, en intercambio.
Invisible  presagio, tormenta, y a esa atracción constante: Nacer.

Recipiente de carne, de miembros danzando en la oscuridad.
Recibiendo el son de la cercanía, avistándose, tan preciso.
Así negrura en sombras cuarteles de luz que emanan ojos de mujer.
Danza ahora, de los luceros, y estrella por estrella mirada-lanza (DIRECTA).
Las piernas que nunca hibernan.
Las manos que no se apartan.
Ese pez que llevas en cada costado, la cosquilla que se eleva.
Esa comezón mortal de tus labios al borde de mi palabra.
Como un remolino debajo de cada risa, y risa, secreto.
Por eso magnetismo desafiando el destino.
Por eso reloj ciego, cielo que te suspira, en voz alta.

Los señalamientos de pies a cabeza,
porque aquí se están cruzando más que verbos,
crepitaciones inevitables de dientes dedos y pieles-vapores,
en justa medida del fluir de algo sin nombre.
Porque nombre no hace falta, y sin embargo yo a ti te nombro,
por tu nombre, y por tu  trayecto de nube que meteora lluvia sobre mí.

Debo decir entonces.
Quiero decir entonces,
que la suma de nuestros caminos (sin atajo alguno)
forman una intersección.
Epicéntrica , al núcleo, al núcleo, al pecho, a algo.
Al mero centro de todos nuestros centros.
A la vida, cuerpo que se marcha marcha.
Y marcha a nuestro encuentro:
Somos espectadores.