Tenía que escribir un poema,
¡Uno fuerte!
¡Que hirviera la sangre!
Con vértigo de hacer llorar de felicidad al más grande.
Tenía que escribir un poema,
uno basto.
Que envolviera los trópicos,
que congelará al espacio.
Que con vibratos de amor,
Hiciese que llovieran destellos de sol al unísono de mar tierno.
Un poema:
tranquilo,
honesto,
juguetón.
Que votará el rasgos amor todo propio.
Tenía,
tener,
quise...
escribir un poema que hablará de \"aquel\".
Comenzando a rasguñar
tiempos lejanos,
castillos empolvados.
Conté uno por uno aquellos besos que se me robaron.
¡Que sí, yo otorgue!
Tenía qué...
Ir yendo al patio tracero de viejos fantasmas,
que solos se desenterraban...
Y en vago intento de nombrar el son de \"aquel\",
en acto fallido me vi caer,
cuando las acaparadas campanas
intentaron dar campanadas
de su figura,
tratando de sobremanera
la forma de llamarlo arte en puñado de sal mar en la caliente y blanca arena,
no saliendo más que silencio en la callada boca,
flores muertas antes de ser flor Edén.
Me entristeció tanto,
no su ausencia,
sino más bien
a no tener a quién
escribir una de esas notas locas,
de una traviesa y extraviada poeta muerta vuelta a renacer.
Tenía que escribir un poema,
saliendome una lagrima compuesta
de un negro garabato
Impidiéndome escribirle a él,
a otro o a cualquiera...,
que lo estuve esperando siempre venir
a tocar mi puerta abierta.
Tenía que escribir.
¡Y mira,
ya estoy escribiendo!
Un poema,
más no de amor,
sino de un verso:
flaquillo,
toro muerto,
¡que no es más que una derrota,
lagrima o tristeza!