Noche 4:
Abrí los ojos y me hallaba en medio de la nada, en un lugar desconocido, (al menos esa fue mi primera impresión), el sol está en el punto más alto del cielo pero aún así tengo frío. A lo lejos escucho un maullido, reconocería la tristeza de éste en cualquier lugar, era él.
Se acerca a mi, su mirada se clava en la mía y siento temor, se desvanecío el frío de mi cuerpo y en su lugar el calor me dominó, estoy sudando, se acerca rápido, mi corazón se acelera, los metros se volvieron unos cuantos pasos, despúes centímetros y en un parpadeo lo tenía ahí, la belleza felina me observaba salvajemente, intenté hablar y no podía, (qué irónico, el gato me comío la lengua), me sentí impotente entonces sucedío, se abalanzó sobre mi, el sol desapareció, una nube negra me cubrió los ojos, lo último que sentí fueron sus garras afiladas en mi cara...
Desperté llorando.
Los días ya no importan...
Perdí la noción del tiempo, sólo sé que mis encuentros con mi amigo felino han llegado a su fin, sequé las lágrimas de mis ojos que me impedían ver, me dispuse a levantarme del suelo, lavarme la cara e ir en busca de aquella bestia o olvidarme de el definitivamente...
Después de unas horas me di cuenta que la ventana donde lo vi por primera vez da al pasillo de mi casa, no al aire libre, no al patio, no a la calle, la cobija que le tendí en el suelo sigue limpia y la comida que creí se había comido, está podrida ¿Como no pude darme cuenta antes?
Sigo sin comprender, nadie maulló esa noche, sólo el viento y la noche acompañada por sus estrellas escucharon mis delirios y mis penas, sólo la luna guardó mis poemas y sólo el suelo sintío mis caricias, aún con un poco de esperanza revisé las fotos que me tome con mi querido amigo y vaya sorpresa que me llevé, como lo sospeché, no están, no había gato, no tuve amigo, no fuí feliz, siempre estuve solo.