Julio Noel

Fuego destila el ígneo celaje en el ocaso

 

Fuego destila el ígneo celaje en el ocaso,

en subidos arreboles su cara se enciende,

en sangre se anega el índigo rostro del cielo

mientras el rojo disco la montaña trasciende.

El rumoroso bosque ya apaga sus cantos

y con sus albinos brazos la noche lo envuelve,

el silencio azul que desciende de las alturas

se posa en mi triste corazón y lo adormece.

Mis ojos ya no perciben el hilo plateado

que surca el valle y su verde corazón hiere,

tan sólo vislumbran en el lejano horizonte

la línea púrpura de unos labios que se mueren.

Las negras tinieblas han vencido al claro día,

millones de astros pueblan la bóveda celeste,

en silencio y sombras queda la naturaleza

hasta que nuevamente emerja el sol naciente.