Debo soltarte,
mis manos empiezan a quemarme
y me daña la piel tenerte
apretujada, aquí y así.
Al liberarte,
mi corazón se enfría y arden
mis palabras con un mudo kerosene
Que inflamará los versos que me faltó escribir.
Ya ruedas contagiante por mi recuerdo hostil.
Mi cuerpo es una tizna, el tuyo fue un candil.