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SI EL SOL SE ACABA UN DÏA Nos queda la poesía

(Hipotética reflexión sobre el origen de la poesía primitiva)

Cada nuevo día el Sol nace y se pone
haciendo de los días noches
en una continuidad eterna
que solo los humanos podemos comprender
porque sabemos que el Sol no se ha ido
ni el mar jamás lo tragaría.

Pero no siempre fue así.
Ni siquiera milenios hace
que el hombre europeo descubrió
que la Tierra no era plana,
descubriendo de paso
que sin sentido común
no somos nada.

¡Qué gran misterio para aquellos tiempos!

Cada nuevo día un nuevo Sol nace
a los ojos del hombre primitivo.
¿Qué podría pensar
viendo que cada nueva tarde
en los límites supuestos de la Tierra
o de las aguas del inmenso mar,
el Sol de cada día desaparecia?

¿Cuántos soles quedarían?
Vivir cada día sin saber qué pasará mañana…
¿Qué pasará después…?
Imaginemos por un instante que somos
hombres primitivos.
(¿y ya dejamos de serlo…?)


Pensemos…

Acostarse cada día sin saber
si hemos visto por última vez el Sol,
(como le ocurre al fallecido)
el Sol que adoramos porque es un Dios.
¿Es que acaso puede acabarse un Dios?
¡Terrible dilema para un hombre que apenas nacia!


Ser o no ser... desde los tiempos de las cavernas,
desde el comienzo que algunos hoy añoramos,
porque añoramos la ingenuidad de lo que fuimos,
cuando cazar o matar era razón de subsistencia
y no por simple placer humano.


Quizás de esa terrible realidad desconocida,
del ser o no ser,
inmerso en la soledad de la oscura noche eterna,
nació el primer poeta,
buscándole un sentido a la vida sin Sol,
acaso como primera metáfora de la existencia humana,
sin la belleza de las flores que adornan los días,
pero con una Luna, que a su juicio primitivo,
existiría por siempre,
y en ausencia del Sol, siempre amada,
como único asidero del amor que nos da la vida,
en una eterna y siempre bella madrugada.


Frank Calle (29/abril/2019)