Llegaste en primavera en una noche de invierno
cuando los suplicios de mi muerte imploraban de nuevo el amor.
Mi cuerpo entre sombras, mojado por los melancólicos deseos no concedidos,
sabe que tú estás aquí.
Mis ojos te vieron llegar y yo sonreí.
Tus dientes dieron luminiscencia a mi alma
y una sutil voz meliflua marcada por los truenos de algún dios olvidado
convergió tu presencia en mi corazón decaído.
Sé que estás aquí y ya te fuiste
Solo queda el ronroneo de recuerdos tristes y alegres.
Sé que estás aqui porque te miro,
Sé que ya te fuiste porque no me miras.