Me besas,
y toda tu humedad traspasa
el desértico Sahara y mi inocencia;
Me rozas,
y se estremece el frío
se mueve y arde la quietud de los escrúpulos;
Me besas,
tiernamente, en silencio,
y con exactitud de vándalo
se escurren nuestros trajes por la ventana
con aires de frenesí;
Me besas,
y de tu lengua tibia florecen las uvas
y las mariposas,
y todo el barrio se queda sin luz.
Me rozas,
y en lento asombro, una fragua arde
en mi cuerpo, se hace inmaterial, se funde
se separa, se ahoga;
Me rozas
y se vacía el reloj al mirar tus senos ebrios
y mis manos
como olas de enredaderas
revolotean por toda tu húmeda ternura
hasta despertar el alba.