Yo, dios de los fenicios,
los cartagineses y otros pueblos
que vieron en mí
el símbolo del fuego purificador,
he caído en el ingrato olvido
por causa del futuro incierto,
donde yazgo sin valor alguno.
Las nuevas generaciones
me han hundido en las tinieblas
bajo el peso de la modernidad;
mi boca ya no surte al ígneo vientre
las víctimas propicias para el holocausto,
y tambores y trompetas se han callado
ignorantes de las órdenes sagradas
que intentaban ocultar el llanto
y los gritos de los sacrificados.
Todo está en suspenso
y otras épocas, más cambiantes
y peores siempre,
crean la necesidad de nuevos dioses,
más violentos y corruptos que antes.
Pero los ángeles rebeldes no desisten
mientras los mande mi poder divino,
y han regresado a recubrir con sangre
la hoguera de mis ígneas entrañas
que antaño deglutieran inocentes niños.
La humillación sufrida por mi sacro imperio
no volverá sobre la faz terrestre,
y seré reverenciado como entonces
en la suprema vastedad eterna
que da paso a mi voraz incendio.
Hoy puedo decir que ya Moloch
está posicionado nuevamente
en el Olimpo de las divinidades;
ha regresado para no partir,
en la podrida condición humana.
¡Jajajajajaja!... ¡Jajajajajajaja!...