El soplo de la brisa las tiernas ramas mece
en el blanco silencio que cubre la mañana,
los negros graznidos de la corneja el aire hieren
y en el níveo velo dejan una oscura mancha.
El vuelo levantan las cándidas mariposas
cuando Eolo los árboles agita con sus alas,
argéntea lluvia de álgidas estrellas se posa
en la blanquecina túnica de helada gasa.
Venas crujientes que quieren saltarse del cuello
semejan en los desnudos árboles las ramas,
nudosos dedos suplicantes alzan al cielo
y al suelo derraman perlas como amargas lágrimas.
De repente el ronco graznido de la corneja
hiere el lene silencio de la fría mañana,
un negro y alborotado vuelo rompe el éter
y tras él todo retorna a la blanca calma.