Todo va cambiando de color,
y me veo abrazando la figura implacable
de tu ojos de sol sobre el sillón
mientras el tiempo nos da tregua.
Todo va cambiando de color
cuando afuera la marea de gente
se vuelve espuma y estás vos mirándome,
cuando la jungla de cemento nos asfixia
y el refugio está en los brazos abiertos
del paracaídas que nos inventamos.
En el oasis del silencio ensordecedor,
un latido de tu pecho, un latido de los dos.
Y otra vez la vuelta a casa,
y otra vez nuestro sillón,
nos absorbe la escena final del día
en la que somos dos contra el mundo,
dos contra la vorágine de lo pasajero.
Que se caiga el cielo... Somos, vos y yo.