Canto nuevo, obtenido de las centurias de la tierra,
donde, las manos fértiles esculpieron paisajes en sombras.
Ya no quiero auroras ni rosales, primaveras y amapolas,
la sequedad árida de las manos, delinean perspectivas de antaño.
El futuro es incierto hasta en la mano indeleble del mañana,
el presente cabalga presuroso al encuentro.
Ya no quiero estrellas y universos,
hoy mis manos escarban dentro de la tierra fértil,
elevando a los cielos nuevas oraciones,
palabras enlazadas en la versatilidad de las sombras
Las palabras muertas toman existencia, escriben en los cuerpos.
La pluma mágica sintonizaba con el vuelo, de quien un día, fue su cuerpo,
la unión perfecta de la centuria.
Juntos eran mano y tinta, escribiendo en el libro indeleble de la existencia.