Me olvidaré de ti porque no te mereces ser recuerdo. Porque el dolor que has dejado no se cura solo con el tiempo. Tengo que enfrentarlo, enfrentarte, y decirte adiós. Para siempre, esta vez.
Ya no habrá más intentos, más oportunidades perdidas ni más dolor del que tome sanar esta herida. Ya no hay un mañana para nosotros, ni tampoco otra cosa que no sea el olvido. Nos condeno a él y lo hago convencido. Necesito avanzar y enterrar tanto mal que nos hacemos.
Me olvidaré de todo lo malo y seguramente también de lo bueno. No quiero que tu recuerdo me engañe y sienta la necesidad de besarte de nuevo, por mucho que me quemen en los labios las ganas de ti. Ganas de un “nosotros” que por una vez funcione y no termine siempre igual.
Supongo que la culpa es mía por volver siempre a dejarte entrar. Aún a sabiendas del daño que nos hacemos. Por eso esta vez quiero que sea definitiva. No habrá “adiós” ni palabras bonitas. Te daré la espalda a ti y a todo lo que fuimos. Me olvidaré de todo, aunque sé que no hay olvido lo suficientemente grande como para no echarte de menos.
Pero prometo intentarlo. Me lo debo a mí mismo. Puedo ser feliz y lo único que duele en mi vida eres tú. Necesito estar sin ti para sanar la herida y, puede que algún día, rescate tu recuerdo de este olvido que hoy elijo.