Podré morir en cualquier parte,
pero nunca como viví en tus ojos,
podré salir descalzo y sin bolsillos,
a festejar en cualquier sitio
la promiscuidad de mi ciudadanía,
pero jamás sobre mi piel,
se posará un pétalo más limpio
que el encariñamiento de tus ojos.
Podré ir a una playa tranquila,
de esas donde el mar parece
besar el cuello de la tierra,
y beber a mi salud
un buen puñado de aire puro,
pero si no trae en su humedad,
el diapasón calcado de tu risa,
el aire sólo es silvo que se irá,
sin haber traido luz a los pulmones.
Eduardo A Bello Martínez
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