Tengo el recuerdo
de unos inmensurables meses
de infantil alegría
ahogado en la sensación
de unos pesados kilos de soledad
que nos separan…
Querido amigo,
entre carta y respuesta,
y entre respuesta y carta,
hay un abismo infernal,
hay una profunda grieta…
Eras como un ídolo entre brumas
y humos de fábricas,
industrializado por las circunstancias.
Rompías el silencio
con una risa burlona
de cabra envejecida
o convirtiendo el domingo
en un disparatado verso.
Y yo, ¿quién era yo?
Me gustaría encontrar la respuesta;
pero no me acuerdo ya
de mi niñez;
y hoy sólo me veo
como un frío iceberg,
profundo y peligroso a la vez.
Hoy, el gotear de la lluvia
me nostalgia,
y el dolor de cabeza
me destruye.
Desearía que fuera ésta
una carta póstuma
pero lo trataré de evitar;
… simplemente será el resto
de aquello que un día sucedió.
No puedo escribir más;
el bolígrafo y el alma me pesan a la vez…
¡No puedo escribir!
Me acostaré acurrucado
como lo hacía antes de nacer.
¡No puedo más!
¡No aguanto más tu ausencia, hermano!
Adiós, amigo…
… o bien, hasta que vuelva a amanecer;
siempre tuyo,
Fidel