Hoy le quiero pedir
al que mueve los hilos
que los desenrede
antes de seguir vencido,
exhausto;
balanceándome aquí, contigo.
La soga de mi cuello
es un destello,
de un momento de lucidez,
muerto;
consciente entre tantos
durmientes presos;
son sesgos a la hora de juzgar
los besos,
pegajosos, vacíos o llenos,
cortados;
olvidados por otros nuevos.
Descubrir de repente
que ahora está encajada
tu corona, endeble y oxidada,
robada;
penitente tras tus chorreos,
normal se hace la niebla
cuando ya estás ciego;
peldaños bajados y tropiezos;
veranos,
los daños propios del invierno...
1/5/19