Recorrí ese laberinto
de tu cuerpo
en la oblicuidad de la luz
sin un retorno,
apagando la frialdad
como un estorbo
de tus labios fútiles
del abrazo torvo.
Y en la extremidad del instante
suspiré tus vientos
los relieves de tormentas
guardadas en tus párpados
hechos hoyo
aposté a perderte
entre tus dudas
tus silencios que escarban
la hendidura
y de la sordera dorada
de la cual haces galanura.