Noche fría,
noche oscura,
en el firmamento mil estrellas
y en mi cara luz de luna,
todo en calma,
el silencio oculto en la penumbra
y en el alma la tristeza terca que me mata,
que me abruma,
¡dame calma!
desesperada grita la conciencia,
mientras corre la nostalgia por mis venas
y la sangre se derrama
inundando mi sendero de impaciencia;
Mil palabras emergentes de mi voz sedienta de respuestas gritan,
pero inevitable mente muren en el cruel silencio que apaga su amargo llanto,
y las preguntas lastimeras en mi mente confundida se agitan,
buscando escapatoria de la incertidumbre y su atroz báratro,
¿Por qué nadie me dijo que el silencio duele tanto?
Un canto mortecino se abre paso en la penumbra y el silencio rompe,
los bramidos de los lobos fieros por mi vida claman,
tan solo puedo ver el fuego de sus lacerantes ojos en la negra noche
y con sus garras y colmillos lentamente me descarnan,
sin dar tregua el eco ronco del olvido frio me corroe
y retumba en mi cabeza su sombría tonada,
me sumerge en la agonía su mortal acorde
mientras que en mi muerte el dolor eterno canta;
La hermosa vida en un instante me han arrebatando,
la Blanca luna poco a poco languidece,
mas la noche eternamente se ha quedado
y el dolor constante infamemente prevalece,
me doy cuenta que la luz del sol me ha olvidado
pues por más que espero no amanece;
¿Cómo pudo ser que lo perdiera todo en un suspiro?
¿Por qué se ha callado de mi vida el dulce canto?
¿Porque la luz del día me ha dejado en el olvido?
¿Porque nadie me dijo que el silencio duele tanto?