Un silencio atronador en el suelo pesaba
una fría tarde vestida de plata y plomo,
el hosco cielo poco a poco se derretía
en infinitas mariposas de albugíneo oro.
En sus blancas alas un suave aroma llevaba
albas fragancias de odoríferos heliotropos,
cuyas níveas esencias alegre dispersaba
por las altas montañas y los valles más hondos.
Blancas emociones sentía la negra tarde
cuando acariciaban gélidas plumas su rostro
y la cándida paz su níveo manto extendía
por praderas de bienaventuranza y de gozo.
De aquel fragoso silencio mis sueños huyeron
para hundirse en la paz de un mundo más hermoso.