Recuerdo con nostalgia aquella infancia
tan llena de magníficos momentos
en donde se aparece la figura
de un hombre con su porte tan sereno.
Despierta con el sol ya la mañana
que anuncia con su rayo un día nuevo
con \"jicara\" en la mano se encamina
a ver si ya empezaron el ordeño.
Lo miro que camina lentamente
y enrolla su bufanda por el cuello
que cubre cicatrices que dejaron
sus tiempos de fogoso aventurero.
Se sienta con su puro en la tranquera
oyendo como balan los terneros
en tanto que las vacas van llegando
a darnos de sus ubres el sustento.
Después de terminada tal faena
montamos nuestros potros sin apremios
y vamos a las milpas que se siembran
allá en las cercanías del riachuelo.
Divisa la extensión de sus maizales
que tienen el granito ya surgiendo
y espanta con afecto los \"zanates\"
que buscan en la siembra su alimento.
Me dice que las aves y las fieras
ofrecen gran fulgor al universo
que son las pinceladas que Natura
dibuja con amor y con esmero.
Se baja del caballo muy sonriente
saluda a los peones desde lejos,
le sigue muy de cerca el can hermoso
al cual lo bautizara de \"Escudero\"
Igual que se tratara de un amigo
camina conversando con su perro
los hombres que trabajan lo acarician
con esa mano franca del labriego.
Contempla el horizonte ya rojizo
y saca su \"capote\" para invierno
mirando que los pájaros se marchan
volando raudamente selva adentro.
A casa regresamos ya muy tarde
leyendo los augurios en el cielo
que dicen que se acerca la tormenta
lanzando de advertencia fuertes truenos.
El siempre caminaba tan impávido
tejiendo las hilachas de otros tiempos,
las épocas de antaño cuando joven
surcaba de la vida su sendero.
Su estampa tan gallarda de profeta
se plasma claramente en mi recuerdo
y flota como ilustre personaje
de historias con sus nobles caballeros.
¡Por eso se mantiene en mi memoria
la luz que no se apaga con el viento,
de aquella tan espléndida enseñanza
que siempre me brindara el gran abuelo!
Autor: Aníbal Rodríguez.