Es como un sueño eterno y atroz, muy similar a una pesadilla, pero aquí puedo conquistar el control.
Ya no escribo versos en las noches estrelladas, ya no está en mi el sórdido regocijo que muchas veces me reprochaban; ya no soy el mismo, ahora lloro en mi recámara, pidiendo de la lengua la postura correcta. Aveces esta suerte me mata.
Tal vez, y ojalá, la noche no sea eterna; ojalá sea como la lluvia, ojalá sea como el amor a primera vista; ojalá la noche sea pasajera, pasajera como nuestra vida.
Estoy agonizando tan tristemente, tengo miedo de salir, desde la puerta de mi aposento, sin llevar en la mano una linterna de fuego de la correcta pronunciación que yo anhelo; ya que sin ella, yo considero, que moriré en la perpetua fría noche de mi sueño.