Patricia A. L.

Ruego y maldigo...

Aplastantes murallas

de piedra ennegrecida,

entre días y noches

pálidos y adversos,

perdidos…

 

entreveo somnolienta,

aquella parábola

mañida de encantos

 y del triste ocaso

de vivir de lo Perdido.

 

Aquel simbólico

espejo implacable y mudo,

que posees

urde el Universo descarado,

que te imita.

 

Mientras el

herrumbre oxidado

de la espada de las Sombras

más oscuras y siniestras,

 

atraviesa

mi alma inmolada

de dolor y nieve,

 

Ánima que se esconde

 en el pajonal escaso y ceniciento,

en donde habito.

 

Párpados cerrados

de maizales..

 

los días que ya fueron,

me han negado nuevamente,

 

en la sangrante orla

de mares y enhiesto faros

vestidos de aromas terrestres

y esquirlas nacaradas

de la Vida y de la Muerte

concebidas…

 

(Soledad, dame un descanso,

en este ingrávido dolor

que no mengua..)

 

¿Podrá el sol,

brillante esfera

apagar en pocas horas

estos versos escritos

 en carne salada y viva?

 

anegados versos

a los derribados dioses

 

enfermos de maldad

y sin piedades

 

que  en cada instante,

y  en cada hora sorda y ciega,

 

preñado mi espíritu

de Vacio y  Negrura

que me ahogan

sin aliento…

 

(dioses muertos  en lejanías,

que no escuchan

las insomnes Noches

y a los fantasmas del Día,

 

y a los que mil veces,

con ojos cerrados y ausentes ,

que ahogan  mi silencio,

aún

ruego y maldigo).

 

 

 

 

Aplastantes  murallas

de piedra ennegrecida,

entre días y noches

pálidos y adversos,

perdidos…

 

entreveo somnolienta,

aquella parábola

mañida de encantos

 y del triste ocaso

de vivir de lo Perdido.

 

Aquel simbólico

espejo implacable y mudo,

que posees

urde el Universo descarado,

que te imita.

 

Mientras el

herrumbre oxidado

de la espada de las Sombras

más oscuras y siniestras,

 

atraviesa

mi alma inmolada

de dolor y nieve,

 

Ánima que se esconde

 en el pajonal escaso y ceniciento,

en donde habito.

 

Párpados cerrados

de maizales..

 

los días que ya fueron,

me han negado nuevamente,

 

en la sangrante orla

de mares y enhiesto faros

vestidos de aromas terrestres

y esquirlas nacaradas

de la Vida y de la Muerte

concebidas…

 

(Soledad, dame un descanso,

en este ingrávido dolor

que no mengua..)

 

¿Podrá el sol,

brillante esfera

apagar en pocas horas

estos versos escritos

 en carne salada y viva?

 

anegados versos

a los derribados dioses

 

enfermos de maldad

y sin piedades

 

que  en cada instante,

y  en cada hora sorda y ciega,

 

preñado mi espíritu

de Vacio y  Negrura

que me ahogan

sin aliento…

 

(dioses muertos  en lejanías,

que no escuchan

las insomnes Noches

y a los fantasmas del Día,

 

y a los que mil veces,

con ojos cerrados y ausentes ,

que ahogan  mi silencio,

aún

 

ruego y maldigo).

 

Patricia Aznar Laffont