Aquel salón de arte que escondiera
varios cielos azules,
aquel viento del sur,
aquellas nieves
que no supieron verse reflejadas,
aquel ir y venir de los puñales
afilando las órbitas
y aquel sol de las frutas en agosto
pasaron tan deprisa
que hoy me miran las nubes y no saben
recomponer mi nombre.