No despertamos nunca del mal sueño,
Se materializó la pesadilla,
Palideció el laurel; quedó sin dueño,
Clavó el rencor su lanza en mi costilla.
Se nos desprometieron las promesas
Como versó Joaquín en las canciones,
Tañieron sus campanas las iglesias
Y me bebí veneno de escorpiones.
Así me saludó la noche un día,
Sin yo prever la daga inusitada;
Se me extinguió la llama que no ardía.
Quedó la gris libreta rayoneada
Y fue, el lunar, testigo en las exequias;
Pensose el sol estrella madrugada.
- N. S.