«Mi madre cuenta que escribí y le mostré mis primeras inquietudes existenciales cuando tenía seis años, pero fue una de sus amigas [vecina] quien tuvo curiosidad por leerlas: no me agrada el mundo, registré en un pequeño cuaderno de dibujo e ilustré la frase. Esa habilidad me ayudaría sobrevivir entre una mayoría de niños hostiles en la escuela, a los cuales narraba historias macabras y fantásticas»
(Alberto JIMÉNEZ URE)