Los pies se hunden en la fría arena,
entra en tus championes sin piedad,
invaden tus medias
y entre más caminas más deseaste llevar chinelas
pero solo a vos se te ocurre ir en invierno
con el frío del mar
el viento que arrastra ese aroma fresco que quema las fosas nasales y da recuerdos de sal de mesa.
(Y la basura que encontraste y que te hizo arrugar la nariz)
Miraste y eran las 14:39 de la tarde.
Te cancelaron la clase de física pero nada importó.
Fuiste igual aunque llegarás más tarde a tu casa
Porque
la tranquilidad inexplicable que traía observar las olas golpear las rocas
era irremplazable.
Ni Luisito Comunica reemplaza la real imagen de las gaviotas bañándose e iban y venían solas en grupo,
y alguna que otra en las fotos que sacaste
(y casi caíste al subirte al muro húmedo)
parecía querer venderte droga.
Y enviaste fotos y vídeos a tu amiga extranjera que jamás vio la misteriosa vida del océano, su infinito lejano y su precioso azul cristal
pero si conoce la secadez del desierto, el calor y las tormentas de arena.
Y con la lluvia te fuiste.
Regresaría la tos y la molestia de la gripe
y así el resfriado de tantos descuidos de salud.
Y compartiste algunas fotos en instagram con entusiasmo de compartir tal paisaje
aun sabiendo que pocos verían la belleza que tu ves a través de tus ojos
Con la pequeña parte de la ciudad al lado de la gran reina del planeta.
Y que pocos entenderían la paz, la armonía y el placer que nunca tendrá la ciudad con su insana inquietud.
Y volverías cada vez que pudieras, y lo sabes bien.