Daphne M.

Rambla de Montevideo

Los pies se hunden en la fría arena,

entra en tus championes sin piedad,

invaden tus medias

y entre más caminas más deseaste llevar chinelas

pero solo a vos se te ocurre ir en invierno

con el frío del mar

el viento que arrastra ese aroma fresco que quema las fosas nasales y da recuerdos de sal de mesa.

(Y la basura que encontraste y que te hizo arrugar la nariz)

 

Miraste y eran las 14:39 de la tarde.

Te cancelaron la clase de física pero nada importó.

Fuiste igual aunque llegarás más tarde a tu casa

Porque

la tranquilidad inexplicable que traía observar las olas golpear las rocas

era irremplazable.

Ni Luisito Comunica reemplaza la real imagen de las gaviotas bañándose e iban y venían solas en grupo,

y alguna que otra en las fotos que sacaste

(y casi caíste al subirte al muro húmedo)

parecía querer venderte droga.

Y enviaste fotos y vídeos a tu amiga extranjera que jamás vio la misteriosa vida del océano, su infinito lejano y su precioso azul cristal

pero si conoce la secadez del desierto, el calor y las tormentas de arena.

 

Y con la lluvia te fuiste.

Regresaría la tos y la molestia de la gripe

y así el resfriado de tantos descuidos de salud.

Y compartiste algunas fotos en instagram con entusiasmo de compartir tal paisaje

aun sabiendo que pocos verían la belleza que tu ves a través de tus ojos

Con la pequeña parte de la ciudad al lado de la gran reina del planeta.

Y que pocos entenderían la paz, la armonía y el placer que nunca tendrá la ciudad con su insana inquietud.

 

Y volverías cada vez que pudieras, y lo sabes bien.