Me sabes a pasión...
Esa costumbre qué tengo de pensarte...y
de desearte en mi piel y enredado en mis muslos,
de saberte solo para mí toda una noche
y de sentirte acurrucado en mis senos dándote calor
y la costumbre de decir tu nombre hasta dormida
y de abrazarte en cada espacio que me faltas
y sentir tus ojos disfrutando de mi desnudez,
haciéndote de mis ganas para poseerme
y de encontrar los recovecos que te hacen feliz,
de beber de mi fuente los deseos de tu boca
de sentir los latidos de tu corazón sobre el mío,
cual embarazo de amor a punto de dar a luz
y de tener espasmos con tus besos ardientes,
de bordar la noche con tu pelo enredado en mis dedos
y en tus amaneceres verte acostado en mi lecho.
¡Me sabes a pasión todas las noches de poesía!
cada poema tuyo es un canto al amor y a la vida,
cada noche te hago mío, en veros, rimas y prosas,
me hago tú cuaderno y, tú escribes poesía erótica
apasionado y loco, afrodisíaco y paliativo de mis insomnios
Allí soy de ti y tú de mí, ¡sabes a pasión!
Eres como un pecado de idolatría,
...si no te Leo, no duermo, no te sueño, mío,
necesito esa dosis de adrenalina en mis venas,
el olor de tu poesía, me enloquece, me posee
en cada reglón de tu existencia, te tengo para mí,
en cada palabra rezada como una letanía
me hago tu confesionario y te escucho decir,
tus pecados de lascivia, de fuego en mi piel, de llanto,
cuando marcas con letras tu soledad y la mía.
Irrumpes el silencio de la noche y me sabes a pasión
de media noche, a pecado no confesado
buscas saciar tu sed en mis senos erguidos como
quien alimenta a su bebé, en sus noches en vela,
te conozco tan bien, pero más te conozco cuando
Leo tu poesía, porque tu llanto se convierte en risa,
la risa en dolor, la soledad en esperanza, y soy de ti
como una taza de café y una canción en tus labios,
aquella de “Angelo” mi Ángel sin alas, y sin eso que
te falta para ser feliz. ¡Yo así te amo! Me sabes a pasión,
a delirio, a fantasía de una noche, a beso de tu boca en la mía.
Siempre tuya, siempre mío. ¡Te amo, mío, mío de mí!
Alicia Pérez Hernández. México
No es la pluma la que escribe, es el alma
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