Amigo que nunca nos traiciona,
intruso que siempre nos sorprende,
viajero que a veces no regresa,
filántropo que nada nos promete.
Le debemos nuestros triunfos y fracasos,
nuestros profundos dolores y tristezas,
nuestros amores pasados y presentes
nuestras furias y broncas terrenales,
lo que fue, lo que es, lo que vendrá.
No piensa, no medita, no cavila,
no compra, no vende, no permuta,
no grita, no sonríe, no amenaza,
no premia, no castiga nuestros actos
ni le importan nuestras debilidades.
Se presenta de pronto, y así parte,
como una mariposa inesperada
cubierta por las alas de la noche,
o del día que redime los trigales
bajo lluvias y soles generosos.
Me impresiona el Azar por su locura
por ser impredecible y sin argucias
cuando pasa de largo por el mundo
trabando y destrabando situaciones.
Amo mucho el Azar, y en él confío,
porque traspasa las puertas de la vida
y nos deja, sin saber cómo ni cuándo,
en manos del misterio indescifrable
donde empieza la paz definitiva.