Despierto y te veo, te veo dormido a un lado de mí, boca abajo y tu cabeza en dirección hacia mí. Eres tú, el de nariz respigada, pestañas rizadas y ojos gigantes. Tú el bromista soñador que tanto amo, tú el que cumple todos mis deseos. Te veo respirar y emanando tranquilidad, entonces viene un recuerdo lúcido a mi mente. Éramos tú y yo corriendo de la mano, muy lejos de todo, riendo, llenándonos de libertad y veía esa sonrisa que aseguraba tú felicidad al estar conmigo, \"Oh!, que días aquellos\", pensé.
Te veo, otra vez, sigues dormido pero ahora eres tenue, ya casi no puedo distinguir tus líneas de expresión y comienzo a dudar si eres tú, aquel que prometió siempre estar para mí. Comienzo a recordar todos tus desvaríos y yo sosteniéndote. Secaba tus lágrimas, te abrazaba si sentías frío, intentaba comprender tus formas erróneas de pensar, evitaba que te autodestruyeras de cualquier modo, te escuchaba cuando a nadie le importaba lo que decías y cuando yo caía tus brazos nunca estaban.
Entonces te veo, nebuloso, ya no eres tú; solo una alusión de ti, llena de mentiras.
Intento desesperadamente tocarte, porque quiero recuperarte y te desvaneces.
Despierto y me doy cuenta que el verte solo fue un mal sueño, tú ya estás en otros brazos y yo sigo aquí escribiéndote.