Liquidámbares de estrellas,
iluminan el paseo,
y en sus cabelleras rojas
la luna enciende mil besos,
al despedirse el menguante
del garzo y líquido espejo,
mientras boga mi piragua
sobre el picacho de un cerro
y otra canoa gemela
me repite desde el cielo…
Una ligera nevada
borda motas sobre el velo
de las copas del otoño
que han hechizado al invierno.
Ay, tristes enamoradas,
que ofrendarán en el suelo
verdores primaverales
y florescencias que fueron
dorado oropel de estío
y ahora plumaje de fuego.
El tiempo se ha detenido
sobre el sereno azulejo
que ha retenido en sus aguas
el esplendor de un ensueño,
liquidámbares de luna
en un llameante cortejo,
seguís sus blancos anillos
evanescentes y etéreos.
De estrellas pintáis los bosques
como un arbóreo universo,
tejiendo amable glorieta
en mi paisaje sureño.