Cuando el orbe animado de un aliento fecundo
engendraba sin pausa criaturas monstruosas,
pude ser compañero de una joven giganta,
como un gato sensual a los pies de una reina.
Ver su cuerpo a la vez madurar con el alma
y crecer libremente entre juegos terribles,
acechando si oculta un amor oscurísimo
bajo la húmeda niebla que enmascara sus ojos.
Prodigar mis caricias a sus formas ciclópeas,
escalar la ladera de sus grandes rodillas,
y en verano, cuando huye de los tórridos soles,
y cansada se tiende sobre un lecho de campos,
a la sombra dormir de sus pechos, confiado,
como al pie de los montes una aldea tranquila.
CHARLES BAUDELAIRE