Se miraba la luz de sus pupilas
tan serena, tan llena de ilusiones,
palpitaban sus ojos tan marrones
cual lagunas profundas y tranquilas.
Nuestros sueños hacían largas filas
esperando que nuestros corazones
desbordaran de dicha y de emociones,
y cubrieran amor con tiernas lilas.
¡Cuantas horas de llamas bien prendidas
nos llenaron con rosas de delirios,
grandes besos en nardos convertidos
me brindaron efluvios como lirios;
mas un día, las luces encendidas
se volvieron de pronto tristes cirios!
Autor: Aníbal Rodríguez.